Pese a su gran diversidad, estas patologías presentan una serie de rasgos comunes:
Por lo general, son enfermedades mal conocidas, lo que origina falta de información adecuada a los pacientes y sus familias, y retrasos en el diagnóstico.
En el 50% de los casos en los que se diagnostica una ER el pronóstico vital está en riesgo. De hecho, se les atribuye el 35% de las muertes en niños menores de un año, el 10% de las defunciones entre 1 y 5 años y el 12% en los niños de 5 a 15 años.
Un 80% son de origen genético y la mayoría se inician en la edad pediátrica; 2 de cada 3 enfermedades aparecen antes de los dos años.
El 65% de las patologías de baja prevalencia son graves y altamente discapacitantes y afectan a la autonomía del paciente (conllevan dolores crónicos en 1 de cada 5 enfermos e implican un déficit motor, sensorial o intelectual en la mitad de los casos).
Adolecen de tratamiento efectivo para la mayoría de ellas.
Existe una gran dificultad para realizar estudios epidemiológicos, diagnósticos clínicos, terapéuticos y cualitativos.
Requieren la coordinación entre la asistencia médica primaria y la asistencia especializada.
Precisan Centros de Referencia en los que se lleven a cabo labores de investigación, diagnóstico y terapias sanitarias en ER.
Necesitan medidas que atiendan sus necesidades especiales en materia educativa, laboral y social, por lo que suponen un alto costo socio-sanitario para los sistemas de salud, nacional y autonómicos.
Existe una importante falta de sensibilización social respecto a estas patologías por el desconocimiento que hay en torno a ellas.